miércoles, 17 de marzo de 2010

MEIRA DELMAR

por: Juan Gustavo Cobo Borda


Cuando Meira Delmar recita sus poemas, de memoria, tiene algo de Sibila griega, iniciada en los Misterios. Conoce los oraculos, ha descendido al Hades y sabe de la noche y la sombra.

Ahora retorna a la luz con la semilla del canto.

Fragiles y delicados frutos, estriados de nostalgia y delicadeza, con una musicalidad que conjura al olvido. Ella es una exiliada de otro reino , no solo el de las colinas del Libano con sus milenarias ruinas. Ella busca tejer un dialogo de union pero siempre un muro de cristal, un hilo roto, un malentendido y una perdida, la sumerjen de nuevo en su ambito de soledad.

Que admirable la forma como su rechazo a este olvido se eleva y ennoblece. No hay nada patetico en sus transparentes renglones pero un dolor muy hondo los clarifica y les otorga resonancias misteriosas de escueto acero, de dicientes silencios. Por ello su ambito tiene la elegancia señorial y discreta de su casa en Barranquilla, donde las pulcras y ajedrezadas baldosas del piso no hacen mas que ahondar el acompasado rumor de las mecedoras y en las paredes los cuadros de los pintores amigos, como Obregon y Cecilia Porras, se prolongan en aquellos legendarios libros de la editorial Sur y de la editorial Losada que el clima del tropico no pudo vencer.

Permanecen alli, pues si bien ahora ha perdido del todo la vista, ciega esfinge que escruta su mente, su recuerdo se hace mas depurado y hospitalario. Alli perdura la cofradia de esas mujeres, de Juana Ibarborou, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral y Dulce Maria Loynaz, que hicieron de la musica sutil e incomparable del modernismo de Ruben Dario el instrumento para que su corazon vibrara con arpegios de brisa marina y nostalgia errante por un mar inalcanzablemente azul.

Alli esta Meira entre sus pares a la orilla del mar, despidiendo los fantasmas de su deseo, naufragos de un pielago de restricciones y prejuicios; y alli estara Meira, en la sala de su casa acogiendo a Javier Arango Ferrer, a Gabriel Garcia Marquez, como el lo ha narrado en sus memorias, para hacer de la ciudad de comerciantes un emporio de cultura, con opera y orquesta sinfonica, con bibliotecas como la que dirigio durante decadas y que ahora lleva su nombre, periodicos como El Heraldo donde sus poemas y prosas abrian un luminoso espacio en el sudoroso trafago mercantil.
Es un viento de adios y de recuerdos imborrables, de musicas deshechas por la erosion del olvido y sin embargo capaces aun de herir y resonar con la roja llama de lo que fue a la vez sueño y pasion.

Nada en verdad se ha perdido desde los iniciales poemas con que Olga Chams se convirtio en Meira Delmar y se acostumbro a ser varias a la vez en la polifonia de su canto y en la admiracion que de Garcilaso de la Vega a Antonia Machado la llevo a ser ella misma. Sus libros lo atestiguan titulo tras titulo :Alba de olvido, 1942; Sitio del amor, 1944 ; Verdad del sueño, 1946; Huesped sin sombra : antologia, 1970 ; Reencuentro, 1981; Laud memorioso, 1995 y Alguien pasa , 1998.

Como lo escribio Gabriel Garcia Marquez ya en junio de 1951 Meira Delmar estaba “en posesion de su claro universo interior” y este “le ha permitido rescatar, de su estado de alma, la correspondencia intima del mar exterior que ella tanto ama, de las golondrinas que tanto persigue, del amor que tanto se alegra y le duele en un lugar que parece participar de una dimension diferente de las conocidas, y solo de ella”.

Que fidelidad admirable, que entrega a una llama que la devora y se torna espejismo, que desfallecimientos y caidas ocultados en la busqueda de una rima, un eco de Gustavo Adolfo Becquer y una gaviota que desnuda aun mas la playa con su signo vibrante. Alli queda ella , “sola y serena”, desandando momentos. Sabiendose amante desterrada en pos de la memoria de su amor. Rostro de niebla entre las cenizas de una hoguera extinta que aun quema. Ella camina sobre brasas y vence las rojas fauces de la muerte.
Por todo ello Meira misma y su conciencia de artista, abierta al dialogo se asoman a estas paginas con intenso pudor y en un tono insolito en nuestra poesia, el de una grave madurez, el de una jubilosa exaltacion hecha de muertes y resurrecciones, de seres miticos y de rumor repetido de olas diferentes e identicas a si mismas.

Fiel a la tradicion milenaria de sus antepasados que enhebraron los cuentos infinitos de las Mil y Una Noches Meira Delmar tambien mantiene fresca la veta popular en jugosas coplas y romances aliñados con sal de mar. Por ello debemos escucharla como si su voz joven de siglos, arcaica y a la vez inmediata nos sorprendiera con un enigma donde se halla cifrado nuestro destino.

martes, 16 de marzo de 2010

viernes, 12 de marzo de 2010

Tu palabra




Tu palabra
- A Meira -

Enhebrando ciudades
Contando islas
De geométricas olas
Derramando el aceite de las lámparas
Tatuándole al silencio mariposas
Tu palabra, ave o ecuación de trigo,
Tiene la simetría del paraíso.

Margarita Galindo

Semblanza de Meira Delmar


Alvaro Suescún y Meira Delmar



Semblanza de Meira Delmar:

Palabras para una despedida.

Por Álvaro Suescún T.



“Yo no he hecho más que escribir unos versos, lo que vale tanto
como cortar una rosa”
Meira Delmar.



Meira Delmar (1922-2009), cumbre poética del litoral Caribe, alcanzó la estatura de las voces esenciales de la lírica iberoamericana. Entregó su vida al ejercicio de la literatura por eso, junto a su obra, fue postulada este año al Premio Iberoamericano de poesía Reina Sofía, en España, con grandes probabilidades de obtenerlo.

Su lenguaje, sustantivo registro lírico heredado seguramente de sus tempranas lecturas de Antonio Machado, estaba elaborado con notorias preferencias por los cielos claros separados por la lluvia, las flores frescas de su jardín, el verde río de la primavera, ese amor que nunca fue, el amor ni ganado ni perdido, la voz estremecida del viento en las colinas, y el mar abierto de altos oleajes que regresa a la antigua orilla. Tantos recursos verbales se deshojaban en cascadas de poemas que, desde ese portento que era su memoria sensitiva, nos traía el recuerdo aquellos paisajes literarios que perduran inasibles en el chorro ondulante de sus palabras. De manera inteligente encontró el modo más apropiado para devolver, al mundo que habitamos, la belleza que nos ha sido conculcada en esos actos de horror y de guerra, que a ella tan mal le resultaban.

La nobleza le vino por la convergencia entre culturas diferentes: por la proveniencia de sus ancestros era árabe, por la vertiente abierta de sus palabras se descubría sin dificultades la influencia española, y su amor por el paisaje de riberas y montes del Caribe, mezcla con la que enriqueció la poesía colombiana. No se puede hablar de una altura clara, intensa y pura en la lírica nacional sin nombrarla. Era, más allá de la circunstancia inexorable de la muerte a sus casi 87 años, una presencia dulce, profunda, nostálgica, de una ternura y una generosidad inagotables. Así la percibimos todos los que desde aquel miércoles de marzo quedamos huérfanos de Meira Delmar.

Sus poemarios, publicados entre 1942 y 2007, enriquecen la historia y los caminos de la poesía en lengua castellana: Alba de Olvido (1942), Sitio del amor (1944), Verdad del sueño (1946), Secreta isla (1951), Huésped sin sombras (1971), Reencuentro (1981), Sitio del amor, 1994, Laúd memorioso (1995), Alguien pasa, (1998) y Viaje al ayer (2007), y las antologías Sus mejores versos, (1962), Poesía (bilingüe, italiano y español, 1970), y Pasa el viento (1998), dan cuenta de las preocupaciones y temas recurrentes en su obra: el olvido, el amor redescubierto, la percepción de los paisajes, las asperezas del dolor y sesgos de la historia contemporánea (muy marcada, sobre todo, en Elegía de Leyla Khaled). La Universidad del Norte publicó en su serie editorial en 2003 el volumen “Meira Delmar: Poesía y prosa”, compilación de su obra total, notable esfuerzo en el trabajo de edición realizado por María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Ariel Castillo.

En Secreta Isla, el cuarto de sus libros, alcanzó el tono de su voz. Tal vez en los tres primeros haya más de una influencia detectable, nadie escapa a ellas, pues es sabido que Meira Delmar se buscaba en esas grandes poetisas de nuestro continente que tanto admiró, pero no se encontró allí. Juana de América, como también llamaban a la de Ibarborou, era un caudal de escritura, rico y abundoso, la alegría que -dicha con las palabras de Meira con mucho de humildad- sus poemas poco tenían de eso. Gabriela Mistral, la divina Gabriela, era el dolor, el llanto, su obra es una herida abierta, y ya sabemos que la sangre es espíritu, de eso no hay en los textos de nuestra poetisa mayor. La rebeldía de Alfonsina Storni tampoco la encontramos en la poesía de Meira que es, tejido de vida y de sueños, cuidadosa y fina. Delmira Agustini prefirió un lenguaje que se mueve en el claroscuro donde se entrelazan cuerpo y alma, esa sensualidad que descubre los impulsos más genuinos también era distante de su poesía que, expresada en el lenguaje del amor, es de realizaciones interiores. En Secreta isla Meira Delmar se veía tal como era, su poesía marca la diferencia, quizá por la presencia del tono nostálgico, en este tema su poesía es de tonos medios, el amor no grita, no tiene exigencias, es un ideal que siempre se está yendo. Pudiéramos encontrar un asomo de sus preocupaciones temáticas en Raíz antigua y Nueva Presencia, los poemas que, cuando le preguntaron cuales escogería para una antología en la que solicitaran algunos de los poemas suyos, ella pidió incluir.

Meira Delmar había sido recibida con honores como miembro de la Academia colombiana de la Lengua en 1989, en 1994 el Instituto colombiano de Cultura le confirió la Medalla al Mérito. El Ministerio de Educación le confirió la Medalla Simón Bolívar, también el Departamento del Atlántico la premió con la Medalla Puerta de Oro, y hace apenas un año, en 2008, en homenaje a su obra y a su vida dedicada a la cultura, la Consejería para la Mujer creó el Premio de Poesía Meira Delmar al mejor libro editado en el año. Pocas personas han tenido la suerte de dar y sentir el cariño, el afecto de sus amistades que eran muchas. Juana de Ibarborou, la gran poetisa uruguaya, con quien mantuvo una nutrida correspondencia, le escribió –citando a un pensador francés- que “la amistad es la perfección del amor”, porque el amor es egoísta mientras la amistad permite holguras y, en eso, Meira se realizó plenamente: García Márquez, Germán Vargas, Javier Arango Ferrer, Alfonso Fuennmayor, Campo Elías Romero, Martha Emiliani, Alirio Bernal, Bob Prieto, Amira de la Rosa, Juan Manuel Roca, William Ospina, Harold Alvarado Tenorio, Oscar Collazos, Javier Tafur, entre tantos otros que merecieron su cariño, el apoyo y el afecto. Ella lo atribuía a su buena suerte pero todos sabíamos que era su talante y, de eso, se jactaba al decirnos: “mientras exista la amistad, habrá poesía”.

Hizo estudios de literatura en Roma y de música en el conservatorio Pedro Biava de la Universidad del Atlántico, también fue directora, por poco más de tres décadas, de la Biblioteca Departamental del Atlántico que lleva hoy su nombre. Hacía presencia en los encuentros y festivales de poesía, allí declamaba sus poemas, incluso en los últimos años cuando perdió la vista y leía su obra entresacándola de la niebla de sus recuerdos. Estuvo presente y activa en la escena de la cultura, hasta el final. Hace poco más de tres meses viajó a Madrid, y tan sólo una fuerte afección la hizo declinar esa invitación a Bucaramanga, la última, apenas un día antes de su despedida. Hace un par de meses, durante el lanzamiento del año conmemorativo de los poetas Jorge Artel y Candelario Obeso, recitó sus versos en público en una nutrida sesión con la presencia de la Ministra de Cultura y un convite conformado por algunos de los mejores poetas colombianos, en Cartagena. Y para premiar sus esfuerzos, unas amigas suyas le tenían preparado el regalo de su viaje soñado a Palestina, el único de sus deseos que no pudo cumplir.
Alguna vez nos dijo que no podía dejar de pensar en la muerte, porque “estaba presente todos los días, le tenía antipatía porque se presenta sin que uno la llame, sin que uno la espere, sin que uno la quiera”. Pensando en contrarrestar esos efectos devastadores que hoy nos afligen nos dejó escrito, premonitoriamente, el testimonio de su despedida:

“Yo dejaré la vida como un ramo de rosas/ que se abandona para proseguir el camino/ y emprenderé la muerte/ detrás de mí, siguiéndome/ irán todas las cosas amadas/ el silencio que nos uniera/ el arduo amor que nunca pudo vencer el tiempo/ el roce de tus manos/ las tardes junto al mar, tu palabra”.

Hoy, aunque tenemos razones para las lágrimas, también nos sentimos cerca del tiempo jubiloso, la felicidad, por haber tenido entre nosotros a la más insigne de las poetisas contemporáneas, su presencia fiel y continua en este alar de America del Sur, Barranquilla, donde nació y murió, y donde siempre habrá un corazón dispuesto a recordarla en el altar de su poesía.



Barranquilla, marzo 25 de 2009